
Cada año el 9 de agosto se conmemora el día de la primera reunión del grupo de trabajo de las Naciones Unidas sobre poblaciones indígenas de la Subcomisión sobre la promoción y protección de los Derechos Humanos, que tuvo lugar en 1992. Es suficiente esta efeméride en el calendario para aliviar nuestras nobles conciencias? NO.
Porque el patriarcado como régimen inter-estructural e inter-generacional no puede comprenderse sin tratar de comprender qué es el colonialismo; tampoco el colonialismo se puede entender sin el patriarcado. Tal como entiende Aura Cumes Simón, antropóloga y activista maya «verlos, nombrarlos y hasta intentar combatir cualquiera de estos sistemas por separado, no es más que una "segregación comprensiva artificial de la realidad”
Los sistemas internacionales del mundo pueden funcionar elaborando directrices y lineamientos para organizar socialmente modos de convivencia basados en la igualdad, respeto y trato digno, pero esta dinámica se transforma rápidamente en un «estado de excepción» en el que necesita haber grupos excluidos para que continuemos sosteniendo estructuras trasnacionales, ricas y antiquísimas encargadas de imprimir retóricas de piedad e igualdad y son ellas tanto las más antiguas como la corporación eclesiástica como los organismos mutila laterales de cooperación, sobre los que resisten os activismos de la sociedad civil, incluso aquellos compuestos por los movimientos indígenas.
No es menor mencionar que al interior mismo de los movimientos indígenas y campesinos de lucha por la propiedad de la tierra hayan mal visto y discriminado a las mujeres indígenas por organizarse en torno de la lucha por sus propias condiciones de vida bajo el argumento de priorización de intereses individuales por sobre valores colectivos. Una vez más el machismo conoce minuciosamente las formas de fisurar la toma de conciencia y la potencia emancipatoria. Siempre piden tiempo para que las mujeres esperemos bajo la metáfora de que somos iguales: no, no lo somos, y esa diferencia no debe radicar en la desigualdad y la postergación.
Las mujeres muchas veces no avanzamos porque reproducimos formas organizativas de los hombres con las que quizá en algún momento desesperante nos hemos sentido representadas. De esa forma se han mantenido unos cuantos con el saber y el resto en la ignorancia esperando que nos den lugar para decir cómo vemos el mundo. Lo que queremos nosotras es que TODAS tengamos recursos interpretativos para comprender qué es lo que nos sucede y poder operar sobre ello.
La supremacía blanca caracteriza especialmente a las mujeres indígenas como calladitas, lentas y tímidas. Sepan pues que es el resultado del deterioro y el menoscabo de no haber sido autorizadas, de haber excluidas, dañadas y que toda la vida se les ha impedido hablar, han sido calladas, acusadas de no saber y de no poder. Esa timidez expresa la impotencia de género y de clase. y por lo tanto su participación política y sus voces significan un esfuerzo importante y valioso.
Las mujeres indígenas y/u originarias organizadas son doblemente discriminadas: por un lado porque dentro de sus movimientos se percibe que su lucha pretender u predominio de cierta individualidad de género por sobre la lucha colectiva por el reclamo de la propiedad de la tierra, un mal entendido que tiene raigambre en la percepción del feminismo como invento blanco y burgués. Algo similar ha ocurrido en los feminismos negros, chicanos y mestizos que han sido denostados por sus propios movimientos de lucha antiesclavista y anti violenta a a manos de la supremacía blanca.
Por otra parte se trata de trayectorias y experiencias de vida que al igual que los feminismos LGBTIQ+ han tenido que ganarse espacio, voz y lugar dentro dentro de un movimiento que si bien nunca fue estático, el impulso de su dinamismos ha sido en gran parte por estas inserciones que lo cuestionan, amplían y enriquecen.
Dicho esto podemos pensar crítica y abiertamente en el Documento sobre «Derecho a la libre determinación de los Pueblos Indígenas y Tribales» publicado por la CIDH -OEA en 2021
Algunos de esos párrafos afirman:
Las Declaraciones Americana y de la ONU sobre pueblos indígenas y el Convenio 169 establecen
conjuntamente el derecho al reconocimiento y respeto de sus propias instituciones, prácticas y costumbres vinculadas a su derecho consuetudinario, sus sistemas jurídicos, de administración de justicia y jurisdicción.
Esto es fundamental a la luz del derecho a la libre determinación, pues es la base de
las expresiones culturales, políticas, sociales y demás dimensiones de la vida de los
pueblos.
Comprende, por ejemplo, el derecho a autodeterminar las instituciones, mecanismos y modelos administrativos para el goce y disfrute de la tierra y los recursos sin injerencias externas.
A su vez, implica el derecho a elegir y definir sus propios mecanismos de representación en las consultas, procesos para el consentimiento u otros actos realizados como resultado de sus relaciones externas con otros pueblos y naciones o con el Estado
A la fecha, muy escasos Estados han establecido mecanismos de orden legal y/o administrativo que garanticen el derecho a la autonomía de los pueblos indígenas y tribales, especialmente sobre sus recursos naturales y medios de subsistencia
Por el contrario, los ordenamientos internos, por lo general, impiden la posibilidad de que los pueblos indígenas sean titulares de derechos de propiedad sobre los recursos naturales que conforman el hábitat de sus territorios
Un mecanismo que vienen empleando los pueblos indígenas son los “Planes de Vida”, que constituyen instrumentos de gestión territorial en los que se detallan los diferentes usos del territorio
“los impactos originados por el cambio climático son una realidad en las Américas y afectan, de manera desproporcionada, a los pueblos indígenas, al impactar tanto los ciclos vitales de los ecosistemas como los factores que permiten disfrutar de una vida digna”, además de que sus “sus territorios se ubican en zonas de alta incidencia en proyectos de extracción o de infraestructura”
Al leer esto último recordemos una vez más que el silencio y la timidez percibida particularmente por quienes tsmaos en condiciones de asimitreia y primivegio respecto de sus historias y condiciones de vida, expresan la impotencia de género y de clase. y por lo tanto su participación política y sus voces significan un esfuerzo importante y valioso.