¿Cómo me hice activista por los derechos humanos?

Es una pregunta que (nos) hacemos en cada encuentro, taller y espacio que compartimos con otres activistxs. Y lo hacemos porque creemos que tanto los derechos humanos y las redes que tejemos para trabajar por su defensa, son construcciones que armamos en grupo, colectivamente, entre todes. No es posible hacerlo en soledad, de manera individualidad. No sólo no es posible. Tampoco tiene sentido. 

Cuando nos preguntamos cómo nos hicimos activistas, militantes, defenfensorxs de derechos humanos, la memoria no hace foco en un momento fundante, o al menos no sólo en un único momento, sino que recupera parte de nuestras vidas. Esa historia vivida tiene cartografías diversas y también comunes donde nos hemos encontrado: allí donde nos han violentado, discriminado, omitido nuestras experiencias y necesidades. Allí donde no nos han visto ni reconocido nuestros derechos. Donde hemos transitado y hemos visto a otres compañeres transitar, allí se tejieron nuestros activismos, y no podemos separarlos de las experiencias de lxs otrxs, de nuestrxs aliadxs y soces, y también de quienes se oponen a lo que defendemos, porque nuestra construcción y defensa de los derechos humanos siempre es en relación con otres, tanto para convocar como para saber de los escenarios y contextos que debemos atravesar y en los que necesitamos sostener la lucha. 

Cuando nos preguntamos cómo nos hicimos activistxs, defensorxs en derechos humanos, están presentes nuestras historias, las de ustedes como un gran magma poderoso y potente que agita la llama de los feminismos decoloniales y populares, diversos y disidentes, críticos y dispuestos a la construcción colectiva. 

Cuando nos hacemos esa pregunta recordamos además a compañerxs que fueron maestrx  y son inspiración y memoria viva, y sobretodo miramos alrededor. Con orgullo y gusto miramos, porque hay un piberío joven y vibrante que sabe de mareas pero de lo que más sabe es de la fuerza arrolladora de luchar juntes!