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 Discriminación, estigma y exclusión: el triste trío pandémico

El VIH no es un tema menor. ¿Qué sabemos ya? Es una infección crónica, que luego de más de 30 años presenta posibilidades más que alentadoras de tratamiento, calidad de vida y podemos hablar tres párrafos más de los avances, que los hay muchos y los celebramos, claro que sí.


Pero no hay que perder de vista un trío complejo, que ya de tanta presencia parece invisible: la discriminación, el estigma y la exclusión. Absolutas pandemias que en su tradicional accionar parecen sólo pertenecer a las mal llamadas minorías (como si se pasara uno la vida cuantificando la existencia) sexuales, étnicas, y sociales que van corriendo el borde de lo que está adentro y lo que queda por fuera del sistema: porque para que haya un adentro que sostener, que no nos quepa duda que se necesitan muchxs afuera.


Se trata un trío pandémico antiguo y aristócrata que, otrora ha realizado cuantiosos aportes para promover mensajes prohibitivos, impugnantes de las sexualidades, estigmatizantes y condenatorios de la intimidad, aplicando la política de merecimientos que redunda en “y sí… con lo reventadx que es, se la buscó”. Y hoy con mutaciones de investiduras religiosas y moralizantes se expresa piadoso y compungido, pero nunca impulsor de la autonomía, el respeto por los derechos, la igualdad y la no discriminación como estandartes y pilares innegociables de convivencia y de vida.


Por otra parte están las metas de comunidad internacional: aquellos objetivos post 2015, entre ideales y absurdos que consiguen financiación y apoyo y que carecen de sustancia, pero replican un mensaje preocupado y lavado sobre desafíos que suenan a desatinos: Llegar a cero, reza el slogan. Cero nuevas infecciones por VIH, cero muertes relacionadas con el Sida, Cero discriminación. Para lograrlo proponen cero nuevas estrategias, cero mensajes efectivos, cero involucramiento social y comunitario. El marketing social parece perdonarlo todo.


Otro es el caso del objetivo 90-90-90 acordado en la última Conferencia de Sida celebrada en Australia que pretende que la mayoría de las personas “afectadas” tenga un nivel indetectable del virus, focalizándose para ello en la detección y medicalizacion del VIH, como si  abordar eficazmente una epidemia pasara sólo por las acciones de la medicina.


Sin duda los tratamientos antirretrovirales y la posibilidad de monitorear el virus han cambiado sustancialmente la historia del VIH en los últimos 20 años. Sin embargo, la epidemia continua sostenida.


Y es que priorizar acciones cuyo abordaje se centre sólo en metas médicas, estrategias farmacológicas y políticas basadas en la prevención desde un enfoque biomédico, es como creer que el campo de latex salvará  el mundo. Y atención: sabemos que el preservativo es una herramienta imprescindible para frenar la infección transmisión. Pero no vivimos en un globo.  

 

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